Nada de esto es normal, vivimos en un tiempo que no sirve ni para perderlo.
Imagínate vivir de pronto la vida de alguien más, que enfrenta una realidad completamente opuesta a la tuya, y con principios y valores doblemente opuestos a los tuyos. Imagínate.
Apareces en un lugar de pronto. Ya estabas ahí pero tu apenas vas llegando a esa cafetería. Suenan conversaciones de fondo mientras lees lo que parecen ser unas instrucciones para el robo de un banco escritas en un pedazo de papel que parece un mapa de un tesoro. De pronto escuchas gritos y unos tipos enmascarados saliendo del banco de enfrente. Te toca activar el cronometro de una bomba que ya estaba bajo la mesa dentro de una bolsa negra para que explote en un minuto y sirva para crear confusión.
No sabes que hacer pero ya estás pensando en la gente inocente que pudiera salir lastimada y que quizá no deberías hacerlo... poco a poco vuelves a ser tu, vas saliendo de ahí sin moverte y vas regresando a donde estabas antes.
El filtro amarillo de escena de cine en Latinoamérica se apaga.
Un tiempo que no sirve ni para perderlo... a veces no es mejor ni peor, pero es diferente.
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